lunes, 27 de abril de 2015

La Ouija (parte II)


A pesar de los exhaustivos estudios que se han realizado para entender cabalmente el funcionamiento de la ouija, es muy poco lo que se sabe a ciencia cierta sobre ella. Como dispositivo, es sumamente simple ya que se trata de un tablero y un vaso o una copa. Como está accionado por las mentes de los asistentes sin que se verbalicen acuerdo alguno, los resultados son impredecibles. Hay suficientes testimonios que permiten asegurar que los resultados obtenidos por un mismo grupo pueden variar enormemente en diferentes sesiones. A veces, la copa empieza a desplazarse a los pocos segundos del inicio, en tanto que en otras ocasiones, participando en la sesión las mismas personas y utilizando la misma copa y tablero, se mantiene quieta por más de media hora.

Posición de los dedos y el brazo


Se pueden apoyar en la parte superior de la copa cuantos dedos se deseen y quepan. Estos deberán situarse sobre el borde, tocándolo muy suavemente. El brazo que se emplee para tocar la copa no debe jamás apoyar el codo en la mesa. La razón es muy sencilla: el movimiento del objeto se produce por medio de pequeñas contracciones musculares ordenadas por el cerebro que extienden o retraen el brazo haciendo que la copa se mueva en diferentes direcciones. Si se apoya el codo en la mesa estas contracciones no llegarán a la copa; solamente harán que el codo presione más o menos la mesa. 

Como son mínimas e imperceptibles, el sujeto no notará absolutamente nada, pero el resultado final será que la copa no se mueva. La mano que se emplee puede ser la derecha o la izquierda. No es conveniente cambiarla por la otra apenas esté cansada, sino esperar lo máximo posible.

Los inconvenientes del miedo


Debido a la injusta propaganda que se ha hecho de la ouija y a las fábulas que se han contado acerca de su peligrosidad, es frecuente que los participantes deban vencer el miedo o que acepten jugar a pesar de sentirse incómodos o en tensión. Es importante aclarar que el temor no es el mejor aliado para realizar una sesión productiva; cuanto más distendidos y serenos se encuentren los jugadores, mejores serán los resultados que se puedan obtener.

Como es una actividad que requiere la mayor concentración posible, deben evitarse las bromas y charlas innecesarias, por lo que durante la sesión se guardará el mayor silencio posible. Quienes no tengan paciencia para esperar a que un espíritu aparezca, lo mejor es que se retiren de la mesa y permitan que los demás puedan seguir con el juego.  Los que piensan que la presencia de un espíritu exige solemnidad se equivocan. Estos seres, la mayoría de los cuales han pasado ya por la experiencia de la vida y acuden a las sesiones buscando consuelo o queriendo transmitir sus mensajes, no desean un tratamiento especial, sino un trato familiar y afable. 

Formas de interrogar al espíritu


Uno de los problemas más habituales a la hora de entender lo que el espíritu quiere transmitir es que dos o más personas hagan preguntas de forma contradictoria; por ejemplo, que uno diga “¿Voy a aprobar el curso?” y otro al mismo tiempo, pregunte “¿Va a suspender?”. En caso de que el espíritu contestara de forma afirmativa, no se podría saber a cuál de las dos personas se ha dirigido. Las sesiones generan ansiedad y cada participante puede sentir la urgencia de recibir ciertas respuestas. Para unos será importante saber cómo se llama el ser contactado; para otros, de dónde viene o si tiene algún mensaje importante que transmitir. Si todos formulan, las preguntas a la vez, las respuestas serán confusas y carentes de sentido.


Una forma de solucionar este problema es elegir a uno de los asistentes como portavoz, de modo que sea sólo él quien le dirija la palabra al espíritu. En este caso, se le pediría a esta persona que le interrogue acerca de lo que uno quiere saber. Si el grupo está bien organizado y cada persona se abstiene de hacer cualquier pregunta hasta que no haya sido respondida la anterior, esto no será necesario y la sesión será más dinámica. Si el ser que se ha contactado no quiere dar respuesta a una de las preguntas, no conviene insistir. En cualquier caso, lo mejor será esperar que se vaya y aparezca otro ser para volverla a formular.

Fuente:
Haddock, A.  El libro de la ouija. Libsa.

martes, 21 de abril de 2015

La Ouija (Parte I)



La ouija nos transporta a un universo sorprendente y fascinante en el cual las leyes físicas no alcanzan a explicar el fenómeno que se produce. Contrariamente a lo que tantas veces se ha repetido, este juego no entraña ningún peligro, siempre y cuando se utilice teniendo en cuenta ciertos criterios básicos. Al igual que un coche, un cuchillo o cualquier otro objeto, el riesgo que comporta la ouija no está en ella misma, sino en el equilibrio mental de quien la emplee.

La ouija es un tablero, originalmente construido en madera, que contiene los elementos gráficos esenciales para expresar con palabras cualquier situación o sentimiento. Sirve para establecer una comunicación con entidades inmateriales empleando el lenguaje oral, por parte de los participantes, y escrito, por parte de dichas entidades.

El juego consiste en colocar en el centro del tablero un objeto que se pueda deslizar por él fácilmente. Sobre este objeto (que puede ser una copa o vaso boca abajo), los participantes apoyan un dedo y se concentran. Al cabo de unos minutos (en algunos casos sólo son necesarios unos pocos segundos), el objeto empieza a moverse decididamente hacia alguna de las frases, letras o números que constituyen el óvalo. Si se trata de un símbolo especial, se quedará inmóvil o volverá al centro del tablero, pero si se ha dirigido hacia una de las letras, tras detenerse un instante iniciará su viaje hacia otra y así de forma sucesiva hasta crear una palabra o una frase.

Las sesiones


En una sesión de ouija participan tantas personas como puedan apoyar su dedo en el objeto que se utilice y está comprobado que cuanto mayor sea el número de participantes, mejores son los resultados que se obtienen. Es habitual, aunque no imprescindible, que haya una persona presenciando la sesión y tomando nota de todo lo que en ella se diga; del análisis posterior de la misma pueden surgir nuevas interpretaciones, sobre todo en caso de que el espíritu parezca hablar en clave o construya frases sin sentido aparente.

Hay quienes comienzan la sesión con una invocación y llamando a un espíritu en particular, en tanto que otras personas prefieren esperar a que alguno de los que esté cerca se manifieste, en cuyo caso; uno de los participantes puede preguntar en voz alta si hay algún espíritu presente y él, o todos, le inviten a manifestarse. Si el grupo está convenientemente concentrado, se percibirá que el vaso u objeto elegido se llena de energía. En un primer momento comienza a temblar ligeramente y luego empieza a moverse, haciéndolo primero con lentitud y luego ganando velocidad.

Reglas del juego


Las reglas del juego de la ouija son sencillas. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que el resultado de la sesión depende más de la actitud de los participantes que de cualquier tipo de ritual que pudiera efectuarse al respecto. Los pasos a seguir en una sesión son los siguientes:

  • -          Designar a una persona para que tome nota de todo cuanto acontezca
  • -          Sentarse alrededor de una mesa poniendo el tablero en el centro. Sobre éste, colocar una copa o un vaso boca abajo.
  • -          Cada participante deberá colocar un dedo sobre el borde de la copa, sin apoyar el codo sobre la mesa y procurando hacer la presión más leve posible.
  • -          Si la copa no se mueve, se debe pedir que si hay espíritus se dirija al símbolo afirmativo.
  • -          En la medida de lo posible, no cambiar el dedo que se apoya en la copa durante el transcurso de la sesión.


Preparación


Los resultados de cualquier actividad previamente planificadas suelen ser mucho mejores que los que surgen de las actividades espontáneas y, en este sentido, la ouija no es una excepción. SI sabemos con antelación que vamos a participar en una sesión, la mente y el cuerpo se preparan para ello, de modo que resulta más fácil llegar al estado de concentración adecuado.

Aunque circulan muchas ideas acerca de la mejor hora o día para llevar a cabo este juego, es importante aclarar que no hay reglas precisas al respecto. En todo caso, la noche ofrece como ventajas el silencio y la ausencia de interrupciones, de ahí que se prefiera a las horas con luz diurna. Con relación al lugar que debe elegirse, éste puede estar tanto en el exterior, al aire libre, como en el interior de una casa. Lo importante es que tenga el menor número de elementos  posibles que provoquen distracción en los participantes.

Algo que si debe evitarse es jugar durante las dos horas posteriores a haber terminado alguna de las comidas principales. La razón no es esotérica, sino fisiológica: mientras el organismo realiza la digestión, hay una mayor concentración de sangre en los órganos que la efectúan y una menor cantidad en la cabeza. Esto hace que el cerebro obtenga menos oxígeno y tienda a caer en somnolencia, disminuyendo su capacidad de concentración.


También es recomendable que en las dos horas previas al juego los participantes realicen actividades relajantes y que no se inicie si hubiera habido alguna disputa o cualquier otro elemento que provoque tensión entre ellos.  No es recomendable que, a excepción de la persona encargada de tomar notas, haya en la estancia otras personas que no participen.

Fuente:
Haddock, A.  El libro de la ouija. Libsa.

jueves, 16 de abril de 2015

Los Mandalas


La palabra mándala proviene del sánscrito clásico. Está compuesta de las palabras mand, que significa “trazar”, y la, que significa “círculo” o “centro sagrado”.  Mandala se traduce a veces como “recipiente de esencias”  término que da una idea de sus significados psicológicos y místicos. En las tradiciones hinduista y budista, es un símbolo sagrado del viaje espiritual; es una representación pictórica en dos dimensiones del universo divino multidimensional. Los símbolos y figuras que aparecen en los complicados mandalas pintados de estas tradiciones se limitan a sugerir lo que representan, una vivencia del carácter absoluto de la realidad con todo su esplendor y con toda su bienaventuranza, y la consecución de la iluminación.

El empleo del mandala, o de la forma circular, no se ha limitado a las tradiciones hinduista y budista. Los hombres han empleado instintivamente el círculo desde tiempos prehistóricos como símbolo de todos los aspectos de la existencia humana y planetaria. El mandala aparece, por ejemplo, en el arte indígena y prehistórico, en los petroglifos espirales de los yacimientos neolíticos, en los círculos pictográficos tallados en la roca en el suroeste de los Estados Unidos y en los símbolos que pitan las mujeres del  sudeste asiático junto a la puerta de su casa para expulsar la energía negativa.

¿Por qué usar los mandalas?


Las tensiones de la vida moderna te pueden dejar desconectado de tu yo verdadero y distanciado de tus necesidades y deseos más hondos. El trabajo con los mandalas te ayudará a volver a conectarte con tu cuerpo, con tu mente y con tu espíritu para que te sientas integro e integrado, en vez de estresado y desmontado. Los mandalas te ayudaran también a  recuperar tu conexión con la naturaleza y con la tierra. Pero lo más importante quizá sea que los mandalas son un instrumento de comunicación para conectar con Dios, con tu yo superior, con tu yo interior o con “la fuente”; en suma, con lo que es más grande que tú.

La práctica de dibujar y colorear mandalas mientras trabajamos con nuestros problemas personales psicológicos o espirituales sintoniza nuestro cuerpo y nuestra alma con nuestras necesidades más profundas y con nuestras intenciones más elevadas.  Los movimientos rítmicos del acto de dibujar o de colorear concentran el cuerpo del mismo modo que las cuentas del rosario potencian el recitado de los mantras en la tradición budista, o de las oraciones católica y musulmana. Las cuentas del rosario no solo sirven para contar, sino también para centrar el cuerpo y el alma en la actividad de la oración. El acto de dibujar, colorear o pintar la forma arquetípica del mandala mientras se practica la meditación o la contemplación centra el cuerpo, la mente y el alma en un mismo esfuerzo unificado.

Construir un mandala


Crear un mandala es un proceso realmente sencillo. Los dibujos de los mandalas pueden realizarse con creta, piedras, colores, lápices, flores,  sobre papel, arena, cuero, madera o tela. Las posibilidades son innumerables y tienen como limite la creatividad y la sensibilidad personal.  Prepararse para dibujar un mandala significa delimitar un espacio para uno mismo, alejándolo del imperativo de la productividad cuantificable y concreta a la que nos tiene acostumbrados la actual cultura occidental. Por lo tanto, es necesario liberar la mente de la necesidad de ser y de la esclavitud del tener, trasladándose a esa dimensión interior más íntima y natural de la que tendrá que manar el dibujo. Se tiene que escoger un ambiente apartado donde poder estar a solas con tranquilidad, irá bien una habitación cualquiera, siempre que se pueda garantizar luz, silencio y soledad por lo menos durante una o dos horas.

Después de haber escogido el ambiente apropiado debemos sentarnos cómodamente ante una mesa bien iluminada en la que habremos colocado todo el material necesario. Intentaremos a continuación liberar la mente de toda angustia y preocupación. Cerraremos los ojos e imaginaremos  la oscuridad o una luz muy intensa donde en un primer momento no debe haber imágenes ni colores, todo esto para facilitar el estado de neutralidad.


Cuando nos sintamos preparados abriremos los ojos e inspiraremos profundamente. Dibujaremos un gran círculo y miraremos su imagen, esta es la base de nuestro mandala. Este espacio tendrá que llenarse de colores y formas que surgirán de la parte más íntima de nuestra mente.  Podemos empezar a dibujar desde el centro o desde la circunferencia, pero también podemos dibujar fuera del círculo; no existen reglas fijas sobre ello, debemos dar espacio a la creatividad.  Cuando las imágenes empiecen a aparecer en nuestro interior, deberemos frenar cualquier juicio o pensamiento crítico. No existen mandalas justos o equivocados.  No es necesario ni siquiera llenar todo el espacio que disponemos, debemos terminar cuando sintamos, con completa libertad, que el dibujo ya está finalizado.

Fuentes:
Gauding, M.  La Biblia de los Mandalas. Gaia Ediciones.
Infusino, G.  El Extraordinario Poder de los Mandalas. De Vecchi.