La
palabra mándala proviene del sánscrito clásico. Está compuesta de las palabras mand, que significa “trazar”, y la, que significa “círculo” o “centro
sagrado”. Mandala se traduce a veces
como “recipiente de esencias” término
que da una idea de sus significados psicológicos y místicos. En las tradiciones
hinduista y budista, es un símbolo sagrado del viaje espiritual; es una
representación pictórica en dos dimensiones del universo divino
multidimensional. Los símbolos y figuras que aparecen en los complicados
mandalas pintados de estas tradiciones se limitan a sugerir lo que representan,
una vivencia del carácter absoluto de la realidad con todo su esplendor y con
toda su bienaventuranza, y la consecución de la iluminación.
El
empleo del mandala, o de la forma circular, no se ha limitado a las tradiciones
hinduista y budista. Los hombres han empleado instintivamente el círculo desde
tiempos prehistóricos como símbolo de todos los aspectos de la existencia
humana y planetaria. El mandala aparece, por ejemplo, en el arte indígena y
prehistórico, en los petroglifos espirales de los yacimientos neolíticos, en
los círculos pictográficos tallados en la roca en el suroeste de los Estados
Unidos y en los símbolos que pitan las mujeres del sudeste asiático junto a la puerta de su casa
para expulsar la energía negativa.
¿Por
qué usar los mandalas?
Las
tensiones de la vida moderna te pueden dejar desconectado de tu yo verdadero y
distanciado de tus necesidades y deseos más hondos. El trabajo con los mandalas
te ayudará a volver a conectarte con tu cuerpo, con tu mente y con tu espíritu
para que te sientas integro e integrado, en vez de estresado y desmontado. Los
mandalas te ayudaran también a recuperar
tu conexión con la naturaleza y con la tierra. Pero lo más importante quizá sea
que los mandalas son un instrumento de comunicación para conectar con Dios, con
tu yo superior, con tu yo interior o con “la fuente”; en suma, con lo que es más
grande que tú.
La
práctica de dibujar y colorear mandalas mientras trabajamos con nuestros
problemas personales psicológicos o espirituales sintoniza nuestro cuerpo y
nuestra alma con nuestras necesidades más profundas y con nuestras intenciones
más elevadas. Los movimientos rítmicos
del acto de dibujar o de colorear concentran el cuerpo del mismo modo que las
cuentas del rosario potencian el recitado de los mantras en la tradición
budista, o de las oraciones católica y musulmana. Las cuentas del rosario no
solo sirven para contar, sino también para centrar el cuerpo y el alma en la
actividad de la oración. El acto de dibujar, colorear o pintar la forma
arquetípica del mandala mientras se practica la meditación o la contemplación
centra el cuerpo, la mente y el alma en un mismo esfuerzo unificado.
Construir
un mandala
Crear
un mandala es un proceso realmente sencillo. Los dibujos de los mandalas pueden
realizarse con creta, piedras, colores, lápices, flores, sobre papel, arena, cuero, madera o tela. Las
posibilidades son innumerables y tienen como limite la creatividad y la
sensibilidad personal. Prepararse para
dibujar un mandala significa delimitar un espacio para uno mismo, alejándolo
del imperativo de la productividad cuantificable y concreta a la que nos tiene
acostumbrados la actual cultura occidental. Por lo tanto, es necesario liberar
la mente de la necesidad de ser y de la esclavitud del tener, trasladándose a
esa dimensión interior más íntima y natural de la que tendrá que manar el
dibujo. Se tiene que escoger un ambiente apartado donde poder estar a solas con
tranquilidad, irá bien una habitación cualquiera, siempre que se pueda
garantizar luz, silencio y soledad por lo menos durante una o dos horas.
Después
de haber escogido el ambiente apropiado debemos sentarnos cómodamente ante una
mesa bien iluminada en la que habremos colocado todo el material necesario.
Intentaremos a continuación liberar la mente de toda angustia y preocupación.
Cerraremos los ojos e imaginaremos la
oscuridad o una luz muy intensa donde en un primer momento no debe haber imágenes
ni colores, todo esto para facilitar el estado de neutralidad.
Cuando
nos sintamos preparados abriremos los ojos e inspiraremos profundamente.
Dibujaremos un gran círculo y miraremos su imagen, esta es la base de nuestro
mandala. Este espacio tendrá que llenarse de colores y formas que surgirán de
la parte más íntima de nuestra mente. Podemos empezar a dibujar desde el centro o
desde la circunferencia, pero también podemos dibujar fuera del círculo; no existen
reglas fijas sobre ello, debemos dar espacio a la creatividad. Cuando las imágenes empiecen a aparecer en
nuestro interior, deberemos frenar cualquier juicio o pensamiento crítico. No
existen mandalas justos o equivocados.
No es necesario ni siquiera llenar todo el espacio que disponemos,
debemos terminar cuando sintamos, con completa libertad, que el dibujo ya está
finalizado.
Fuentes:
Gauding, M.
La Biblia de los Mandalas. Gaia
Ediciones.
Infusino, G. El
Extraordinario Poder de los Mandalas. De Vecchi.
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